"¿Qué
monstruo es esta gota de semen, de la que provenimos y que
lleva en sí grabada no sólo la forma corporal sino también
los pensamientos e inclinaciones de nuestros padres? ¿Dónde
guarda esta gota de agua número tan infinito de formas? De
qué manera lleva esos factores de semejanza que actúan de
modo tan desconcertante que el bisnieto se parece al bisabuelo
y el sobrino al tío?"
Este
párrafo, que data del siglo XVI, presenta el problema de la
transmisión de los caracteres físicos, de la herencia corporal
y de la herencia psíquica; hace notar el capricho y la fantasía
que, aparentemente, presiden esta transmisión y, sobre todo,
expresa el azoramiento del espíritu ante el grandioso fenómeno
de la Herencia.
Sabemos
hoy que el hombre no es producido por una gota de semen, como
se pensaba entonces, sino por el germen o huevo que resulta,
a su vez, de la conjunción de dos células generalmente muy
distintas, las células reproductoras o gametas provenientes
de los progenitores: el óvulo, de la madre y el espermatozoide,
del padre.
Cada
célula de la reproducción, el óvulo y el espermatozoide, contiene
una parte central más densa (comparable al carozo de un durazno)
que se llama "núcleo". Dentro de este núcleo se
distinguen partículas que absorben fácilmente ciertos colorantes
y representan en su conjunto la llamada "cromatina"
del núcleo. Esta cromatina se halla dispuesta en forma de
hilos delgadísimos, al parecer continuos, en el interior del
núcleo de cada célula viviente.
Durante
la división de la célula los filamentos de cromatina se fragmentan
en cuerpos separados llamados "cromosomas". Dichos
cromosomas son los portadores o vehículos de un número muy
grande de partículas (actualmente llamadas "genes")
dispuestas en serie lineal como las cuentas de un collar o
como los nudos de una cuerda, según la comparación dada por
el "genetista" Thomas Hunt Morgan.
La
cría de animales y el cultivo de las plantas eran ocupaciones
que practicaban los hombres de todas las latitudes desde tiempos
muy remotos. De la experiencia recogida en estas tareas resultaba
evidente que los hijos "salieron" a sus padres y
que ciertos rasgos revelaran que "algo" era común
a la misma familia.
Una
nueva ciencia nació en un tranquilo lugar de la Moravia austríaca
a mediados del siglo pasado, gracias a la lúcida curiosidad
(y al tranquilo empeño puesto en su satisfacción) de un sencillo
monje de la orden de los agustinos, apasionado por la horticultura.
