Este mes No Hubo Actividades

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En su ensayo sobre la herencia humana el conocido biólogo francés Jean Rostand (hijo del autor del "Cyrano") cita un pasaje de su famoso compatriota Miguel de Montaigne, quien, en sus "Ensayos", escribe lo siguiente :

 "¿Qué monstruo es esta gota de semen, de la que provenimos y que lleva en sí grabada no sólo la forma corporal sino también los pensamientos e inclinaciones de nuestros padres? ¿Dónde guarda esta gota de agua número tan infinito de formas? De qué manera lleva esos factores de semejanza que actúan de modo tan desconcertante que el bisnieto se parece al bisabuelo y el sobrino al tío?"

 Este párrafo, que data del siglo XVI, presenta el problema de la transmisión de los caracteres físicos, de la herencia corporal y de la herencia psíquica; hace notar el capricho y la fantasía que, aparentemente, presiden esta transmisión y, sobre todo, expresa el azoramiento del espíritu ante el grandioso fenómeno de la Herencia.

 Sabemos hoy que el hombre no es producido por una gota de semen, como se pensaba entonces, sino por el germen o huevo que resulta, a su vez, de la conjunción de dos células generalmente muy distintas, las células reproductoras o gametas provenientes de los progenitores: el óvulo, de la madre y el espermatozoide, del padre.

 Cada célula de la reproducción, el óvulo y el espermatozoide, contiene una parte central más densa (comparable al carozo de un durazno) que se llama "núcleo". Dentro de este núcleo se distinguen partículas que absorben fácilmente ciertos colorantes y representan en su conjunto la llamada "cromatina" del núcleo. Esta cromatina se halla dispuesta en forma de hilos delgadísimos, al parecer continuos, en el interior del núcleo de cada célula viviente.

 Durante la división de la célula los filamentos de cromatina se fragmentan en cuerpos separados llamados "cromosomas". Dichos cromosomas son los portadores o vehículos de un número muy grande de partículas (actualmente llamadas "genes") dispuestas en serie lineal como las cuentas de un collar o como los nudos de una cuerda, según la comparación dada por el "genetista" Thomas Hunt Morgan.

 La cría de animales y el cultivo de las plantas eran ocupaciones que practicaban los hombres de todas las latitudes desde tiempos muy remotos. De la experiencia recogida en estas tareas resultaba evidente que los hijos "salieron" a sus padres y que ciertos rasgos revelaran que "algo" era común a la misma familia.

 Una nueva ciencia nació en un tranquilo lugar de la Moravia austríaca a mediados del siglo pasado, gracias a la lúcida curiosidad (y al tranquilo empeño puesto en su satisfacción) de un sencillo monje de la orden de los agustinos, apasionado por la horticultura.

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